SECUESTRO EN "LA MORALEJA"
01. PRELUDIO
Anabel Segura Foles, de veintidós años, vivía en una chalet adosado de la calle Camino Viejo 25, en Intergolf 5, una urbanización cerrada situada en la zona residencial de La Moraleja, cerca de Madrid.
Nacida en Madrid, un veintidós de marzo de 1971 y, por tanto, del signo Piscis, Anabel era una chica delgada y de buena estatura, con casi 1,70 m.; religiosa, ordenada, metódica y muy inteligente, simpática y romántica. Hablaba cinco idiomas y era una gran deportista, aficionada al golf, al squash y al footing.
Educada, guapa y con estilo, Anabel lo tenía todo.
Había estudiado en el Colegio Alemán de Madrid desde 1977 a 1989. Tras realizar el examen de selectividad decidió estudiar Ciencias Empresariales Europeas, para lo que solicitó una plaza en el ICADE. Tanto los exámenes escritos como la entrevista personal fueron muy satisfactorios y se la admitió. Desde 1989 hasta 1991 estudió en la localidad de Reutlingen, situada a unos 35 km al sur de Stuttgart, la capital del Länd de Baden-Württemberg, al suroeste de Alemania.
Éste primer detalle, aparentemente intrascendente, iba a resultar crucial en su vida. Anabel tenía que hacer obligatoriamente dos de los cursos de la carrera en Alemania, y le había tocado hacer tercero y cuarto. Sin embargo, cambió el turno con su amiga Blanca Arteche, para hacer los dos primeros cursos en Alemania y los dos últimos en España.
Hizo prácticas durante seis meses en el Commerzbank, una de las principales entidades financieras alemanas, en la localidad de Frankfurt, la ciudad bancaria por excelencia del país.
Anabel llevaba sus estudios brillantemente y ya estaba en el cuarto y último curso de carrera, ya en Madrid.
Era hija del empresario José Segura Nágera, nacido en La Carolina (Jaén), el veinticinco de enero de 1933, y de su mujer Sigrid Ana Foles. Y tenía una hermana pequeña, Sandra, de 14 años. D. José era consejero de Rontealde, una empresa dedicada a la fabricación de ácido sulfúrico, radicada en Baracaldo (Vizcaya), que acabaría siendo desmantelada en julio de 2011. También era director general y consejero delegado en España de la multinacional Lurgi.
En julio y agosto de 1991, Anabel estuvo en St. Cloud, en la periferia de París, trabajando como recepcionista de Lurgi Francia. De paso perfeccionaba su francés. Y tenía el Bois de Boulogne al lado, por si quería pasear o ir a correr.
En julio y agosto de 1991, Anabel estuvo en St. Cloud, en la periferia de París, trabajando como recepcionista de Lurgi Francia. De paso perfeccionaba su francés. Y tenía el Bois de Boulogne al lado, por si quería pasear o ir a correr.
El año siguiente estuvo en Sevilla, trabajando en el departamento de Mercadotecnia para la Expo 92. Para cuando terminara sus estudios, tenía en cartera una importante oferta de trabajo como ayudante de auditoría de Arthur Andersen.
Tan responsable como siempre, Anabel no olvidó presentar su tesina dentro del plazo requerido: el día uno de abril, antes de irse de vacaciones.
El tres de abril de aquél año de 1993, la familia al completo se fue de vacaciones de Semana Santa. Empezaron por Jaén, la provincia natal de D. José. Entre otros lugares, visitaron la Catedral y el Castillo de Santa Catalina, pasando la noche en el Parador Nacional.
Al día siguiente se fueron a Granada. Estuvieron viendo la Catedral y La Alhambra. A continuación, D. José y Dª Sigrid dejaron a sus hijas Sandra y Anabel en el Hotel Nevasur, en Sierra Nevada, y ellos se fueron a su chalet de la Urbanización Alcazaba Beach en Estepona, Málaga.
Sandra y Anabel se quedaron en el hotel toda la Semana Santa: del 4 al 11 de abril, ocupando una habitación doble, la 410. Todos los días por la mañana cogían el telecabina, que las llevaba a las pistas de esquí. Mientras Sandra hacía un cursillo de esquí, Anabel, que ya sabía esquiar, disfrutaba de uno de sus deportes favoritos.
El día 11 su padre volvió a Sierra Nevada a recogerlas. Pero Anabel quería volverse a Madrid antes de tiempo, porque quería preparar su vuelta a clase. Era su último año en el Icade y no quería fallar: los exámenes estaban a la vuelta de la esquina.
Su padre trató de convencerla. Insistió muchísimo para que se quedara unos días más y volvieran todos juntos, pero no hubo manera. Durante la última comida que tendría con su padre y su hermana Sandi, Anabel dudó. Aunque su hermana se iba a volver a Estepona con sus padres, Anabel decidió regresar a Madrid.
Así que su padre y su hermana la acompañaron a la estación de Renfe y Anabel cogió el Talgo de las 15:10 de aquél día 11 de abril.
Este segundo detalle le sería fatal.
02. EL SECUESTRO
De modo que el lunes de pascua, doce de abril de 1993, Anabel estaba sola en casa, con la única compañía de Rosita, la empleada de hogar de los Segura. Dirk Jörke, un amigo alemán de Wolfsburg, que había estudiado dos años en Alemania con Anabel, fue la última persona que habló con ella. La llamó por teléfono desde Alemania y estuvieron hablando un rato. Porque aunque ella había regresado a España, habían mantenido el contacto.
"Sabía que yo había sido la última persona que había hablado con Anabel. Hoy pienso que habría muchos más detalles de la conversación, pero para mí fue una conversación normal, sobre tus amigos, la escuela, cosas que tienes en común, tus objetivos para el futuro, tus creencias sobre la vida. Todas esas cosas. Normalmente si vuelves a llamar dos semanas más tarde no piensas que la han secuestrado. Había también una mujer catalana que estuvo secuestrada y que fue liberada dos años después. Espero que suceda lo mismo con Anabel, es necesario que vuelva y retome el control de su vida."
A partir de ese momento, Anabel no volvió a hablar con nadie conocido.
A primera hora de la tarde, entre las 14:00 y las 14:15 horas, se puso su chándal rosa y azul, cogió su radiocasete, se ajustó los auriculares y se fue a practicar footing por una de las calles de la urbanización, como tantas otras veces, siguiendo la misma ruta de siempre, entre el Camino Ancho y el Camino de las Liebres.
Momentos después de que Anabel saliera a correr, su amigo Dirk la volvió a llamar... Pero ella ya no estaba en casa.
El destino volvía a jugarle una mala pasada a Anabel. Quizás si su amigo la hubiera llamado un poco antes, eso la habría retrasado lo suficiente como para burlar el secuestro.
Le había dicho a Rosita, la empleada de hogar de la casa, ya veterana y de entera confianza, que no iba a tardar mucho y que no quería comer casi nada. Iba a correr, se ducharía y sólo quería que le tuviera preparadas un par de manzanas.
Como ya sabemos, a Anabel le gustaba mucho hacer deporte. Pero no podía practicarlo tanto como ella quería, a causa de sus estudios. Esta vez pensaba aprovechar el día: más tarde iba a ir a una clase de golf en el club de la Urbanización.
Pero no iba a poder ser.
Una vez fuera de la urbanización Intergolf y de la vista del vigilante, ya nadie podía protegerla.
Empezó a correr siguiendo el Camino Viejo, una calle rodeada de gran cantidad de árboles a ambos lados, bordeada por altos setos que ocultan los chalets de los residentes a las miradas de los curiosos.
Siguió corriendo hasta llegar a Camino Ancho, una zona igualmente bordeada con setos, pero con mucha menos densidad de arbolado. La parte izquierda de la calle es zona de colegios, mientras que a la derecha hay un descampado. Llegó hasta la glorieta que hay al final de la calle, la rodeó y volvió en dirección contraria, por el lado izquierdo del camino, el del descampado.
Cuando llevaba recorrido cerca de un kilómetro y medio, y estaba frente al colegio Base (Camino Ancho 10), una furgoneta de color blanco paró a la altura de Anabel. Dos individuos 1 bajaron y la introdujeron a la fuerza en el interior del vehículo, a cuyo volante se hallaba un tercer delincuente.
Dos más uno, tres. Churrero + fontanero= dos.
1
Diario La Vanguardia. 16.04.1993, Pág. 23:
"Ese día tres desconocidos la obligaron a introducirse en una furgoneta y se la llevaron por la fuerza..." "Apenas llevaba unos 800 metros, fuera ya de la zona bajo vigilancia privada, cuando la abordaron dos hombres a cara descubierta y la obligaron a introducirse en un furgoneta blanca, a cuyo volante se hallaba un tercer delincuente..."
Diario El País. 10.04.94. Pág. 20:
"Cuando la muchacha corría de regreso hacia su domicilio fue asaltada, frente al Colegio Escandinavo, por varios individuos, que la introdujeron en una furgoneta de color blanco."
Diario Cambio 16, 25.04.1994. "Anabel, ¡Ven!):
"Se había distanciado más de un kilómetro de su casa, enfilaba una calle con arboleda cuando dos individuos la atraparon y la introdujeron en una furgoneta blanca."
Revista Interviú, 22.05.95. Pág. 91:
"El único testimonio, el de un jardinero que trabajaba para el Colegio Escandinavo, frente a la cual fue secuestrada la joven, ha dejado para la posteridad la imagen de una furgoneta blanca, un "cuatro latas", con dos personas introduciendo en ella a Anabel."
Diario Ya, viernes 29.09.95:
"... dos individuos a cara descubierta la obligaron a introducirse en una furgoneta Renault Express de color blanco -en la que esperaba una tercera persona al volante-, que huyó apresuradamente hacia la N-I (Madrid-Burgos)."
Revista Semana, 11.10.95, Nº 2904. "El jardinero":
"La misma chica a la que había visto hacía sólo unos minutos forcejeaba con dos individuos, que finalmente consiguieron introducirla en la furgoneta."
Finalmente, una joya, de la propia Policía Judicial:
Diligencia de Exposición. Brigada Provincial de Policía Judicial. 28.09.95:
"... Sobre las catorce horas y cincuenta minutos del día doce de abril de mil novecientos noventa y tres se instruyeron diligencias en la Comisaría de Alcobendas-San Sebastián de los Reyes, en las que se daba cuenta del secuestro de una joven que estaba haciendo footing en una de las calles de la Urbanización La Moraleja, siendo obligada, al parecer por dos individuos, a subir a una furgoneta de color blanco, tamaño pequeño, y dándose a la fuga en dirección desconocida, y dejando en el lugar una sudadera, unos cascos y un walkman. Gestiones posteriores pudieron determinar que esta muchacha se trataba de Anabel SEGURA FOLES, de veintidós años y con domicilio en la Urbanización Intergolf número 25 de La Moraleja..."
Acababan de secuestrarla. Eran las tres menos cuarto de la tarde. Y ya nadie volvería a verla jamás.
De esa zona, ya al final de La Moraleja, parten multitud de caminos, lo que dificultaba establecer qué dirección habían tomado los secuestradores en su huída. Aunque todo hacía pensar que habían optado por unos caminos de tierra que desembocaban cerca de la iglesia de Los Dominicos primero y, más adelante, en la Nacional I. Una ruta discreta y solitaria, por si a la víctima se le hubiera ocurrido gritar.
El único testigo del suceso fue Antonio Blázquez Yuste, un jardinero de sesenta y un años de edad que trabajaba como jardinero en el Colegio Escandinavo (Camino Ancho 14), frente al cual fue secuestrada Anabel. Al escuchar su grito de auxilio, Antonio salió a la calle y vio fugazmente a los secuestradores. Eran dos hombres jóvenes, que viajaban en una furgoneta blanca Seat o Renault. Uno agazapado, el que iba en el lado derecho, y otro, que era el que estaba al volante, era moreno, con el pelo corto y unos treinta años.
En donde estaba estacionado el vehículo había un jersey verde con dibujos, en cuyo interior había una camiseta blanca, una cinta de audio y el reproductor de música de Anabel, el walkman que siempre llevaba cuando salía a correr.
El testigo creía recordar que la furgoneta no tenía cristales laterales y que ese fue el motivo por el que no vio a nadie en la parte trasera.
Antonio subió en su Ford Fiesta. Pretendía seguir a la furgoneta y avisar a la Guardia Civil. En el trayecto se encontró con un vigilante jurado que llevaba un pastor alemán. Se lo contó todo, y el vigilante avisó a la policía.
Se llegó a someter a hipnosis al jardinero, intentando que recordara la matrícula de la furgoneta, sin resultado.
El jardinero perdió su trabajo poco después del secuestro. ¿Por qué? ¿Acaso había visto demasiado? ¿Qué fue de Antonio Blázquez Yuste? 1 ¿Llegó a testificar en el juicio?
La policía ya sabía que se había producido el secuestro de una mujer, pero todavía no sabía quién era.
Rosa Maritsa Albornoz Soza, Rosita, había nacido en Chile en 1951, por lo que en aquellas fechas contaba con cuarenta y dos años. El día de la desaparición por la tarde recibió una llamada del novio de Anabel, que estaba preocupado porque estaba citado con ella y no se había presentado. Entonces Rosita le dijo que tampoco había vuelto a casa.
A las 21,50 horas de ese día 12 de abril, se cerró el círculo. José Tomás Navarro Pujol, 2 novio de Anabel, se acercó al domicilio de los Segura, muy preocupado, y se encontró con que todavía no había regresado. Entonces llamó a la Comisaría de Alcobendas para denunciar la desaparición.
1
Curiosamente, la prensa de los primeros días afirmaba que el jardinero se llamaba Elías. ¿Se filtró un nombre diferente para ocultar la identidad real del testigo? ¿Podemos creer en la declaración de Antonio / Elías? ¿Podría haber alguien interesado en ocultar lo que realmente pasó y dónde ocurrió?
2
Tomás era un ejecutivo publicitario de 24 años que llevaba algo más de un año saliendo con Anabel, desde el 28 de febrero de 1992. Según dijo, había quedado con ella esa tarde para tomar un café. Sería interesante saber si en la investigación le preguntaron cuándo se concertó la cita, por qué medio, a qué hora habían quedado, en qué lugar y si podía saberlo alguien más. ¿Se le tomó declaración ante la policía y el juez instructor? ¿Llegó a declarar en el juicio?
La policía se presentó en la casa de Anabel con los objetos hallados en el lugar de la desaparición, que Rosita reconoció de inmediato.
Sólo quedaba avisar a la familia. Se había confirmado la identidad de la joven desaparecida. De modo que Tomás llamó a D. José Segura sobre las doce y media de la noche y le informó que Anabel había desaparecido y que la policía había encontrado su walkman y algunas prendas suyas.
Dos días antes, el sábado 10 de abril, se había producido otro intento de secuestro en la Urbanización. Una mujer, Blanca Díaz Berrio, había sido abordada en Camino Ancho por dos individuos que ocupaban un vehículo. Después de hacerle varias preguntas intentaron agarrarla, aunque consiguió huir y refugiarse en su domicilio.
¿Qué estaba pasando en La Moraleja?
A partir de la descripción realizada de uno de los dos individuos por dicha mujer, la Policía elaboró un retrato robot, que, por algún motivo, no se hizo público hasta el 20 de enero de 1994.
Un vigilante de una obra cercana había observado una furgoneta que se adentraba por un camino de tierra en dirección a Barajas. Se pudo comprobar que existían huellas de rodadura de un vehículo que conducían hacia un cerro, a unos dos kilómetros de distancia, en donde desaparecían.
No existiendo ningún factor determinante, los dos primeros móviles que se consideraron fueron la exigencia de un rescate y el sexual
No existiendo ningún factor determinante, los dos primeros móviles que se consideraron fueron la exigencia de un rescate y el sexual
EL PAÍS, SÁBADO, 30 de septiembre de 1995
"Aún sigo con la esperanza de que no sea ella"
TOMÁS NAVARRO, NOVIO DE ANABEL SEGURA
ANA ALFAGEME | Madrid | 30 SEP 1995
Tomás Navarro, un ejecutivo de publicidad de 24 años, confesaba ayer: "Sigo teniendo la esperanza de que el cuerpo que han encontrado esta mañana [por la de ayer] no sea el de Anabel", su novia. Tomás, un hombre demasiado joven para haber pasado por dos años y medio de temores, imágenes recurrentes y, sufrimientos, reconoce que lo de Anabel le ha sobrepasado, que ella está ahí, dentro de su cabeza, y que estará toda la vida. Así lo desea. Casualidades tremendas de la vida. Tomás soñó durante la noche del miércoles que Anabel Segura era libre por fin, que volvía, que estaba aquí. Un sueño parecidísimo a otros muchos de los últimos dos años y medio. La noche siguiente, la de anteayer, la pasó insomne, pendiente de la radio. Prefería pensar que el cuerpo que buscaban en Toledo no era el de su novia rubia, la chica que el 12 de abril de 1993 no acudió a su cita, después de año y medio de salir con ella.
Por eso las ojeras de ayer en el rostro de Tomás, tras la mesa de piedra de la sala de reuniones de la agencia de publicidad madrileña donde trabaja. Tomás vestía traje azul marino sobre su silueta delgada, corbata del mismo color y una camisa azul clara.
Resulta, al verle así, difícil imaginarle como un muchacho más que toma cañas con sus amigos en los sitios de moda, que bucea o esquía. Es hijo de un empresario de publicidad, pero quiere trabajarse fuera de la casa su futuro profesional. Lleva nueve meses en esta agencia. Hace poco que se ha dejado una barba que enmascara algo su juventud, su cabello castaño y fuerte y sus ojos despiertos -"por respeto a los clientes me la he dejado", dice, con un rictus algo triste-. Y triste está. Por eso ayer los compañeros de la agencia se lo llevaron a comer por ahí y no le dejaron acercarse a su casa -vive con sus abuelos-, que es adonde suele acudir. "Se han portado muy bien, entre ellos hay dos compañeros de clase de Anabel", dice Tomás, quien también compartió aula y libros con su novia.
Cuando ella desapareció, les faltaba un trimestre para ser licenciados de Icade (una institución de los jesuitas que combina Derecho y Empresariales). Recuerda que Anabel era dos días mayor que él (ella nació un 4 de marzo), e incluso aquel 28 de febrero de 1992 en que empezaron a salir.
Insiste en que él no es protagonista de nada, en que su testimonio es el último de todos y que siempre se ha negado a pronunciarse sobre sí mismo. La periodista le habla de que él ha sido uno de los afectados por la desaparición de la joven y le explica que quiere conocer sus sentimientos. Él, con una inteligencia que mostró sobradamente durante toda la entrevista, contestó: "No es descriptible. La educación que hemos recibido no nos prepara para esto. Ni para lo primero, que es el secuestro de alguien querido, ni para el resultado final, que ha sido la noticia de la muerte. Estás preparado para que la gente muera porque es mayor, o, si es joven, por un accidente. En estos dos años y medio todo me ha superado".
Pregunta. ¿Qué recuerda del día en que desapareció Anabel?
Respuesta. Era la vuelta de Semana Santa. Habíamos quedado, no sé..., para tomar un café y no apareció, así que fui a buscarla y me encontré con la sirvienta, que estaba muy, muy nerviosa. Encontramos el casete portátil, la camiseta... Yo no me lo podía creer. Te quieres convencer de que lo que hallamos se le habría caído...
(Tomás es reacio a seguir; fue él quien tuvo que avisar a los padres de Anabel, que estaban en Marbella).
P. Y anteayer, ¿quién le dio la noticia?
R. Estaba a punto de salir con unos amigos y me llamó mi padre para darme buenas nuevas: que habían atrapado a esos... no puedo decir cómo son, no son personas. Luego me dio otra, la mala. No me lo he querido creer, hasta esta mañana. Se han dicho tantas cosas durante estos dos años y medio, y tantas han sido falsas...
P. ¿Cómo ha pasado la noche?
R. No salí, he dormido muy poquitas horas porque he estado pendiente de la radio.
P. ¿Cómo se ve la vida después de estos dos años?
R. Es una lacra que nunca va a desaparecer. Anabel está ahí, siempre ha estado en mi cabeza y estará, y yo creo que debe ser así.
P. Y ella, ¿quién era para usted?
R. No hay una sola imagen, no sé, no me gustaba por sus ojos o su boca, era ella, su personalidad, una serie de circunstancias. La quería muchísimo.
P. ¿De qué color ve el futuro?
R. Sólo me planteo el futuro profesional [su cara se ensombrece y baja la mirada].
P. ¿En qué ha cambiado usted?
R. Lo de Anabel ha hecho que para mí los problemas no tengan importancia, es decir, que algo tiene que ser muy gordo para que me afecte, porque, en comparación con lo que le ha ocurrido a ella...