domingo, 9 de diciembre de 2018

Cazando papanatas.



De vez en cuando me escriben contándome que no sé quién ha dicho no sé qué o ha hecho un vídeo de no sé cuántos en el que se dice no sé qué de mí.

Siempre les agradezco que me lo cuenten, pero invariablemente contesto que me da igual. Si tuviera que andar contestando o que darme por aludido cada vez que un idiota me menciona, no haría otra cosa. Y, además, le haría publicidad gratis.

Lo que pasa es que esta vez se ha traspasado la línea. Y como se ha traspasado la línea voy a hacer una excepción. Eso sí, no voy a citar ni el apodo del cobarde cantamañanas que me ha calumniado ni el medio en el que ha dejado caer la calumnia. Que no le voy a hacer publicidad gratis encima, vamos.

La historia que cuenta este miserable es algo así como que Juan Ignacio Blanco me invita a su casa y me enseña documentación, que se confía y que yo me llevo “cositas”, sin que se entere Juan Ignacio Blanco, por supuesto. Que pasados unos días se da cuenta de que le faltan ciertos documentos, me llama y yo le cuento una milonga de que me los llevé para hacer una copia. Juan Ignacio se enfada, le devuelvo los documentos y a partir de ahí se rompen todos los contactos.

Pero no se queda ahí la cosa. El tarado éste califica mi supuesta actuación de “robo”. Hasta ahí podíamos llegar. Si fuera medio hombre nada más no habría tenido más que escribirme al correo electrónico del blog para saber mi versión. Pero no, prefirió calumniar para tener su minuto de gloria, el muy zarrapastroso. Es tomar a JIB por tonto y además por ciego, porque ¿cómo voy a sacar documentación de su casa sin que se entere si me tiene que abrir la puerta para salir, pedazo de idiota? ¿Cuánto te crees que ocupa, por poner un ejemplo, un sumario, cretino? ¿O es que me guardé un microfilm mientras JIB y su mujer dormían?

Conocí a Juan Ignacio Blanco en persona el viernes 14 de febrero de 2014. Y lo sé con exactitud porque tengo fotos tomadas en su casa ese día y los archivos jpg están fechados.

Ese día nos acercamos al chalet de Juan Ignacio una persona, que llamaremos “A”, y yo.

En otra ocasión en la que visité a Juan Ignacio se acercó también por sus propios medios otra persona, que llamaremos “B”.

De modo que no hay más opciones que las siguientes.

1) Es una invención del mastuerzo y fantoche anónimo.
2) Se lo ha contado “A”.
3) Se lo ha contado “B”.
4) Se lo ha contado JIB.
5) Se lo ha contado la mujer de JIB.

No puede haber más opciones. A no ser que no sé quién conozca a alguien que le ha dicho que la portera de la casa en la que vive un cuñado de no sé quién le ha contado que ésto y aquéllo, según alguno de los del 1 al 5. Si encima es un rumor de segunda mano, peor me lo pones.

En cualquiera de los casos, es mentira. Jamás se me habría pasado por la cabeza hacer algo así, pero aunque se me hubiera pasado, JIB tiene toda la documentación en un sótano de su chalet, al que jamás he bajado ni me ha invitado a bajar.

Pasemos a los papeles. Tras nuestro primer encuentro nos volvimos a ver a la noche siguiente, porque hubo una cena –que organicé yo, por cierto- a cuya conclusión JIB, su esposa y alguno de los asistentes se acercaron hasta mi casa. En teoría me iba a dejar cierta documentación del caso Macastre, que finalmente no me dejó ni yo le reclamé, por supuesto. La cena de JIB y de su esposa la pagué yo.

En otra ocasión me dejó unos papeles de los que me hice copia, con su permiso. Y para devolverle los originales tuve que llamarlo por teléfono varias veces, porque me decía que la cosa no corría prisa.

La única vez que le pedí algo, no me lo dejó. Y me estoy refiriendo a las sesiones del Juì de Alcàsser que faltan de la documentación que circula por Internet. En vez de eso me dejó tres o cuatro carteles de la desaparición de las niñas, que digitalicé. Me dijo que me podía quedar con uno de ellos, que estaba repetido.

A raíz de la ruptura, cuya causa “oficial” contaré a continuación, le devolví todos los carteles –hasta el de regalo- en un tubo portaplanos que le envié a fondo perdido por correo. Y hasta hoy.

Pero antes de contar el motivo “oficial” de la ruptura, tengo que dejar bien claro que, no sólo no le he quitado nada a JIB, sino que cada vez que iba a visitarlo llevaba bombones o flores para su esposa y a él le llevaba también bombones o tabaco de liar. En aquél tiempo se alimentaba prácticamente tan sólo de cigarrillos y café, normalmente frío. Es más, en mi última visita le di 100 euros en un sobre a su esposa, porque siempre se estaban quejando de su precaria situación económica. O sea, que de robar, nada. Si acaso, todo lo contrario. En la primera visita a su casa hacía un frío que pelaba y nos sacaron una vieja estufa de butano para calentarnos. Que me dio lástima su situación, vaya. Y no he sido el único que les ha dado dinero, que conste.

Con esto no pretendo ponerme ninguna medalla y no me agrada lo más mínimo tener que contarlo. Pero en aquél momento me salió del alma y lo volvería a hacer si volviera a pasar por la misma situación. Por otra parte, qué menos que tener un detalle con las personas que te invitan a comer y a cenar en su casa.

El motivo “oficial” de la ruptura, como saben perfectamente todos los que fueron miembros del “Grupo de las Sombras”, de facebook, fue la publicación de un pdf en el grupo que transcribía una charla que había dado JIB en la plataforma de apoyo a su nombre. El pdf me lo hizo llegar una persona miembro de ambos grupos. Con el pretexto de que había traicionado su confianza al publicarlo y bla bla bla, JIB publicó un texto en el “Grupo de las Sombras” en el que me decía de todo menos bonito y exigía que se le diera de baja en el grupo.

Y hasta ahí puedo contar. No es cierto que la ruptura fuera por el pdf. JIB no es idiota y sabe perfectamente que todo lo que diga en cualquier parte se publicará al día siguiente en internet. A las pruebas me remito: no hay más que ver las barbaridades que ha dicho últimamente en el turno de preguntas de cierta conferencia, sin cortarse un pelo, y que ahora son de dominio público. Barbaridades bastante más graves que cualquier comentario más o menos indiscreto que pudiera haber en el famoso pdf de marras y que, no obstante, no contribuyen en nada a la solución del caso Alcàsser. Sin embargo, no puedo desvelar el motivo real de la ruptura porque está implicada una tercera persona, que es la que me malmetió no sólo con JIB, sino especialmente con su esposa.

Por lo tanto, humanoide anónimo, eres un mentiroso, un inútil y un sinvergüenza, al igual que tu fuente de desinformación. Por tu culpa he tenido que desvelar datos que pertenecen a mi vida privada y que jamás habrían tenido que salir a la luz.

Tengo muchos defectos, como todos los seres humanos, pero os puedo asegurar que en lo referente al caso Alcàsser no tengo nada de nada de nada de nada que reprocharme. Así que ya sabéis: cualquier futura calumnia que pueda surgir será mentira con total seguridad. No soy yo el que monetizo el caso. Por el contrario, me ha costado mucho esfuerzo y muchos recursos.

Y no hay más que contar. Tengo que aclarar que es la última vez que entro en marujeos sobre el caso Alcàsser. No tengo tiempo, ni ganas, de tener que rebatir a todos los gilipollas que se inventen cosas y me involucren en ellas. A no ser que rebasen la línea de forma escandalosa, en cuyo caso a lo mejor tengo que poner el caso en manos de mis abogados. Hay mentecatos que no entienden otro lenguaje.

El blog sigue cerrado, por el momento, pero entra dentro de lo posible que vuelva a publicar el año próximo. Gracias infinitas a todos los que se han acordado de mí y me han pedido que vuelva. Y que me perdonen todos aquellos a los que le debo respuesta a algún correo electrónico, pero es que simplemente era y soy incapaz de escribir, por el momento. Este post no ha sido fácil y sólo ha surgido a partir de la indignación que me ha producido la falsa acusación del memo de turno.

Un abrazo a todos los lectores de buena voluntad. Hasta siempre.