Alcàsser. Veintiún años.

Fue un trece de noviembre de 1992. Ese día todo cambió para tres familias de Alcàsser:

D. Fernando García Mediano y Dª Matilde Iborra Martínez tenían tres hijos: Miriam, Fernando y Martín.

D. Fernando Gómez Rodríguez y Dª Luisa Rodríguez Requena tenían cuatro hijos: Alfonso, María Luisa, Fernando y Antonia, a quien llamaban Toñi.

D. Vicente Hernández Blasco y Dª Rosa Folch Romaguera tenían dos hijas, Rosa Ana y María Deseada, a quien llamaban Desirée.

Miriam, Toñi y Desirée eran muy amigas. Especialmente, Miriam y Toñi.

Miriam, de catorce años, estaba estudiando en el Instituto "La Florida", de Catarroja. Le gustaba la danza, oír música y escribir. También era fallera. Estaba deseando que le compraran una moto, para ir al Instituto sin tener que coger el autobús. Quería mucho a su hermano pequeño, Martín.

Desirée, también de catorce años, era una gran deportista. Le gustaba patinar y practicaba natación. Estaba repitiendo octavo en la escuela. Tenía dos gatos, aunque su preferido era Lucky, el más grande de los dos.

A Toñi, de quince años, le gustaban mucho los animales, y tenía un gato al que todavía no había puesto nombre. Le encantaba comprarse ropa y estaba esperando a cumplir dieciséis años para buscar un trabajo.

Todas tenían sus aficiones y sus ilusiones y, sobre todo, una vida entera por delante.

Todo eso se truncó aquel terrible viernes trece de noviembre, cuando alguien las engañó y las condujo a un terrible destino.

Ahora, Miriam y Desirée tendrían treinta y cinco años cada una; y Toñi, treinta y seis.

Probablemente tendrían sus propias familias e hijos. Y Fernando y Matilde, Fernando y Luisa, y Vicente y Rosa, tendrían nietos. ¡Quién sabe! Quizás las tres generaciones de las tres familias seguirían viviendo en Alcàsser y estarían en contacto. Y puede que Dª Matilde y D. Vicente, que fallecieron demasiado jóvenes, habrían podido superar sus enfermedades y salir adelante, si no fuera por el terrible sufrimiento que tuvieron que afrontar.

Nunca lo sabremos, porque las tres niñas aparecieron muertas setenta y cinco días después de su desaparición, un veintisiete de enero de 1993.

Todo estaba preparado para buscar rápidamente unos culpables: Antonio Anglés y Miguel Ricart. El primero, oficialmente se escapó, mientras que el segundo resultó ser el único condenado por los hechos, en 1997.

Fernando García -padre de Miriam- y Juan Ignacio Blanco -criminólogo y periodista que lo dejó todo por ayudarle-, que habían luchado incansablemente porque se supiera la verdad, la auténtica verdad, fueron perseguidos y neutralizados por el Sistema. Han pasado a la historia como conspiranoicos y calumniadores. Casi, casi, delincuentes. Aunque fracasaron a la hora de intentar culparles de apropiarse de los fondos de una Fundación -la de las niñas de Alcásser, que nunca se llegó a constituir-, se les condenó a sendas multas desproporcionadas y a Juan Ignacio, además, a dos años de cárcel, por injurias y calumnias.

El año pasado se cumplía el vigésimo aniversario de los hechos y, por lo tanto, el triple crimen prescribió.

¿Que podemos hacer, ahora que el próximo día trece se va a cumplir el vigésimo primer aniversario?

Pues todavía podemos averiguar quienes fueron los culpables y señalarlos con el dedo para que todos sepan -especialmente sus familias- la clase de basura que son, aunque su salvaje crimen haya prescrito. Todavía podemos hacer algo para que el régimen miserable, la dictadura encubierta, el lodazal que se instauró al amparo de la Constitución de 1978, y que se dedicó a perseguir a quienes demandaban justicia -en lugar de encontrar a los asesinos, torturadores y violadores, que quedaron impunes-, sea sustituido por uno nuevo que garantice los derechos humanos de los ciudadanos.

Hay que implicarse, hay que dedicar parte de nuestro tiempo a buscar la justicia. Porque el caso Alcàsser es la punta del iceberg de lo que ha venido ocurriendo en los últimos treinta y cinco años. Ahora nos vemos con 6,2 millones de parados, con una deuda pública de 943.410 millones de euros (el 92,3% del P.I.B.), que equivale a 21.950 euros por ciudadano -cantidad que muchos trabajadores no ganan en todo un año-, con una Sanidad, una Justicia y una Educación cada vez más caras e inaccesibles para los más humildes. Con una juventud sin futuro y un sistema de pensiones quebrado, mientras los Bancos arrebatan sus viviendas a las familias que no pueden pagar las hipotecas por culpa de la crisis que generó ese mismo sistema Bancario.

Todo esto tenía que venir, porque ya en 1992 se vio que el R78 había creado súbditos, no ciudadanos.

Hay que reaccionar contra la injusticia. No es suficiente con colgar noticias en el muro del facebook. Tenemos que trabajar, cada uno dentro de sus posibilidades, para que esto cambie. No es sólo votar cada cuatro años, hay que tomar decisiones cada día. Hay que informarse y difundir lo que sabemos a todos nuestros conocidos. Hay que implicarse en política. Esta labor algún día producirá sus frutos.

Hasta que llegue el día en que se instaure un verdadero sistema de libertades, derechos y garantías, en el que impere la justicia, seguiremos gritando, todos juntos, en memoria de las niñas y para apoyar a sus familias:

¡JUSTICIA ALCÀSSER!

Ilustración por Sergio Hugo Castro. Podemos encontrar una muestra representativa de sus obras en la comunidad Devianart: http://sergioka.deviantart.com/